Autor: José Luis Iglesias Diz
Niño o adolescente
Cuando utilizamos las definiciones de Adolescencia una referencia obligada es la de la OMS: La Adolescencia es el periodo de tiempo comprendido entre los 10 y 20 años…
Todos entendemos que la adolescencia comienza cuando aparecen los primeros signos de maduración sexual pero esa propuesta encorsetada en la 2ª década de la vida parece muy artificial. Sin embargo ahora cuando reflexionamos sobre los acontecimientos madurativos tanto físicos como psicosociales vemos que se acerca mucho a la (realidad) verdad. Hoy día los Adolescentes «no son los que eran».
Los comportamientos de niños de 10 años “calcan” los comportamientos de los adolescentes y sus patologías se parecen cada día más. Las niñas de 7 años se preocupan por su figura, niños y niñas comienzan a consumir tabaco o alcohol cada vez más temprano, los problemas de conducta, violencia, depresión y suicidio afectan a edades que antes considerábamos a salvo.
Una vez más, como muchos antes que yo, los padres, pediatras y profesionales que atienden a niños y adolescentes debemos reflexionar constantemente sobre el mundo que nos toca vivir, un mundo de cambios rápidos, de ansia y novedad constante, un mundo que los adultos hemos construido, consiguiendo magníficos logros, pero también creando nuevas formas de compartir y disfrutar ciertamente perversas.
La publicidad, los medios de comunicación, los sistemas productivos y financieros, el mundo informático, Internet, videojuegos y las omnipresentes redes sociales presionan y crean un mundo en que el que la economía de consumo es lo primordial y prioritario y los adolescentes (y niños/as) son un objetivo al que dirigirse, porque ellos son los que demandan (y consiguen) todo lo que se les ofrece en grosera abundancia.
Como siempre, esas presiones conducen a la inmoderación en el gasto, pero también a una obsesión enfermiza por tener las cosas deseadas (la mayoría superfluas) y tenerlas ya.
Los niños y adolescentes de nuestro tiempo no van a tener grandes problemas de salud en general; disponemos de una medicina que cura o controla enfermedades antes mortales, incluso el cáncer infantil tiene unos altísimos niveles de curación, pero cuando echamos una ojeada al periódico podemos encontrar titulares como los que siguen: “Cada año hay 400.000 niños mas con sobrepeso en Europa”, “El perfil del traficante escolar es un joven que menudea para fumar hachís”, “… rechaza el 30% de las modelos por su extrema delgadez, “Sanidad prohibirá el alcohol a menores de 18 años…”, “Un alumno agrede a un profesor y su amiga lo graba con el móvil”, «aumenta el número de casos de ciberbulling…» etc.
Es evidente que estos problemas y la percepción social que tenemos de ellos y que afectan a los niños y adolescentes, se alejan mucho de las preocupaciones que antaño teníamos los padres, los educadores, los pediatras y de las disciplinas estudiadas en la facultad de Medicina.
Los estudiantes de medicina y de Pediatría tienen que recibir una instrucción más amplia sobre los problemas que afectan al Adolescente, reafirmando la especificidad de sus problemas y trastornos. Es ahí donde tenemos que dejar una semilla poderosa para que los médicos puedan actuar consecuentemente en la atención al Adolescente.
Creo que el Pediatra debe ver al niño con perspectiva, como un futuro adolescente y de ese modo anticipar muchos de los problemas que pueden ocurrir en esa etapa y por otra parte recordar que, hoy por hoy los niños/as tienen cada día más frecuentemente comportamientos “adolescentes” y como ellos, están expuestos a los mismos peligros, pero con mucha peor capacitación cognitiva y emocional.
Nuestro deber como pediatras es protegerlos y para ello es fundamental una mayor preocupación y formación en la Medicina del Adolescente. Está fuera de toda duda que nadie mejor que el Pediatra puede tener una visión tan amplia de la biografía médica del adolescente. Desde el nacimiento, y aun antes, adquiere un conocimiento minucioso de su desarrollo global, de su entorno familiar y social y de las interacciones que van a conformar su personalidad hasta hacerse un ser adulto.
La anticipación e información a los padres de los problemas que mencionamos y que afectan a sus hijos es una labor fundamental del Pediatra. No podemos malgastar nuestro bagaje, ellos nos necesitan.