Autor: José Luis Iglesias Diz
“El hombre está dispuesto siempre a negar aquello que no comprende”
B. Pascal.
Parece una extraña pregunta. Quizás la mayoría de la gente que lea ese título pensará que la respuesta es obvia. Pero no lo es tanto.
La concepción tradicional del médico es la de «curador», tradición que ya estaba establecida en nuestros ancestros con el brujo o el chamán, que tenían la capacidad de curar. Pero ya nos explicaba Hipócrates que no todo era curar: «A veces curar, más a menudo aliviar y siempre, confortar». El aforismo es adecuado en la actualidad.
La medicina moderna no tiene que ver con la de otras épocas, posee una capacidad diagnóstica y de tratamiento enorme. La tecnología nos ha facilitado el diagnóstico precoz de enfermedades que de mortales han pasado a ser curables. Se dispone de especialistas en todos los ámbitos de la salud y también de medios terapéuticos no solo farmacológicos y quirúrgicos, sino de radioterapia, ultrasonidos y técnicas de apoyo, rehabilitación física, cognitiva, emocional, dietética, etc.
Todo ello hace que la salud de la población del primer mundo haya mejorado substancialmente (no tanto en otros países menos desarrollados), a pesar de que han surgido nuevas patologías sobrevenidas por el tipo de sociedad que hemos construido, una sociedad consumista, presentista, estresada y con paradójicas cifras de pobreza y desajuste social, pero que a pesar de estos problemas ha conseguido que la esperanza de vida haya aumentado en las últimas décadas (de 45 años a principios del siglo XX) a cerca de 80 en la actualidad.
Pero el viejo aforismo “no hay enfermedades hay enfermos” se está convirtiendo en una realidad de la mano de la genética y el mejor conocimiento del funcionamiento bioquímico del organismo. Se puede decir que podemos mapear a cada persona y conocer su predisposición o peculiaridad personal a la hora de desarrollar determinadas patologías. Esto hace que cada individuo necesite cuidados personalizados que poco a poco van siendo posibles. La vieja intuición se convierte en una verdad científica.
Sin embargo, la percepción de la medicina sigue siendo maximalmente «curadora», todo mundo entiende que es mejor «prevenir que curar», pero en la práctica eso no se traduce en una mejoría de la salud. Acudimos al médico para que nos «dé algo» para esto o aquello, o para que averigüe porque nos pasa esto o lo otro. Aunque los avances en este terreno han aumentado, vemos, como comentamos antes, que nuevos problemas sacuden la salud de los ciudadanos. Obesidad, TCA, consumo de alcohol, tabaco y otras drogas, aumento de los trastornos psiquiátricos (Ansiedad, depresión), suicidio y violencia. Como vemos estos problemas caen mayoritariamente en la esfera de la prevención; es posible evitar su aparición en un buen porcentaje si se enfatiza sobre este tipo de medicina; es decir, una propuesta científica y política para evitar, en lo posible, aquello que puede ser evitado.
Actualmente, estamos bombardeados por publicidad de todo tipo; las redes sociales nos «informan» sobre cualquier tema de salud (y muchos otros claro) y esa información está plagada de inexactitudes y falsedades. Distintos grupos combativos con la medicina científica esparcen toda suerte de bulos sobre cualquier tema. Y hay mucha gente que queda atrapada en esa lógica facilona (si tomas tal cosa, o bebes antes de cenar tal otra tu salud será excelente) ya que lo simple es más comprensible y se acepta más fácilmente, y eso no solo ocurre con gente poco formada, también lo hace con gente universitaria y culta. Lo vemos con los antivacunas. Todo esto crea un problema doble, no solo hay que convencer a la gente para que opte por medidas saludables, sino que hay que convencerlos contra los bulos: » es que leí, es que me dijeron, en Internet dice…».
Del mismo modo que yo si no entiendo nada de arquitectura me puede influenciar una noticia falsa o inexacta, el que lee sobre medicina o salud, en la mayoría de los casos, carece de capacidad crítica sobre lo que lee. No sabe si aquello que dicen o escriben es científico o pseudociencia. Y a este punto es a donde quería llegar. El médico (principalmente y en primer lugar) el médico de familia (el pediatra con los niños) es el indicado para las preguntas sobre diversos temas de salud. Es obvio que el médico no estará al tanto de todo lo que se escribe, ni podrá solucionar todas las dudas, pero tiene las bases que le proporciona su conocimiento adquirido durante una larga carrera, la formación continuada (básicamente el médico nunca deja de estudiar) y la experiencia diaria. Es él el que puede aclarar dudas y si no lo puede hacer en ese momento, lo consultará en las fuentes oportunas y profesionales para dar una respuesta.
También es verdad que no tiene el médico respuesta para todo, es más, la medicina está llena de dudas (no como los promotores de bulos, que no las tienen) por eso avanza, resolviendo poco a poco las carencias de un determinado momento y mejorando constantemente.
Pero el problema es, que el médico de cabecera se ve obligado a hacer medicina curativa y solo actúa preventivamente (prevención secundaria) cuando el mal está instaurado (cambio de hábitos en la diabetes, hipertensión, EPOC, etc.) y no dispone de tiempo ni medios para la prevención en la gente sana. Todos tenemos un médico, pero los que están «sanos» no acuden a él, o lo hacen raramente, y cuando los síntomas aparecen es cuando solicitan una consulta.
Probablemente deberían existir programas (que los hay y muchos) sobre los temas generales que afectan a la salud más que poner el acento sobre las enfermedades propiamente dichas. La gente tiene curiosidad por las enfermedades, pero cuando recibe una información a través de un programa, a una buena parte de los receptores le aumentan las dudas y algunos incluso suelen identificar síntomas en si mismos como los descritos en el programa. Puede ser un buen reclamo de audiencia (somos morbosos) pero dudo de que sea útil como divulgación. Es mucho más importante el aportar información de prevención primaria, es decir trasmitir las medidas y las conductas saludables que nosotros mismos podemos habilitar con nuestros medios personales y del entorno para evitar que determinadas patologías aparezcan o disminuir el riesgo de otras en personas con determinados factores de riesgo.
Por ejemplo, si se cumplieran las normas de la OMS para disminuir la incidencia del cáncer, descendería su incidencia en un porcentaje del 15% para todos ellos y solo no fumar puede hacer descender espectacularmente la incidencia del cáncer de pulmón (el 80% de los cánceres de pulmón ocurren en personas que fuman o han fumado. Otras causas como contaminación, fumador pasivo, radón, substancias tóxicas en el trabajo y genética explican el otro 20 %). Es sorprendente, cuando menos, que los medios de comunicación de que dispone el Estado no dediquen un tiempo a la Salud, a impulsar los hábitos saludables, a la prevención de enfermedades. Hay profesionales que harían una divulgación eficaz sobre la mayoría de los hábitos positivos y negativos que nos afectan o pueden afectar.
Aunque el correo postal está en declive, a la mayoría de la gente no le importaría recibir información básica, clara y no exhaustiva sobre medidas para conservar y mejorar su salud. Es más fácil que lo lea a que la tenga que buscar en Internet; además todavía mucha gente, sobre todo los mayores, se maneja mal con Internet (aunque no sabemos si esto es un inconveniente o una ventaja respecto a la salud).
Pero, sobre todo, es necesario un número suficiente de profesionales de Medicina Primaria (Médicos de Familia y Pediatras) que dispongan de medios y tiempo para incidir sobre la prevención, lo cual mejoraría espectacularmente la salud global. Y es clave respaldar un mayor reconocimiento en el ámbito laboral y profesional. Es un tema antiguo, siempre relegado, pero no por ello menos importante; es más, la prevención sigue siendo la más importante, la mejor función del médico.
Luchemos por ello.