Autor: José Luis Iglesias Diz
Activismo adolescente
El mundo no es un asunto solo de adultos, pero los adultos olvidan a los niños y adolescentes por un lado y a los ancianos por otro. Sin embargo, a lo largo de la vida los seres humanos tenemos esa gran capacidad de interactuar con nuestros semejantes, advertir la complejidad de nuestro entorno y empatizar con el mundo animal y vegetal y también con el mundo no animado. Somos sensibles al paisaje, a los cambios de luz y de las condiciones climáticas y sobre todo buscamos el afecto, o la compañía de otros humanos.
El niño reclama el cariño y atención de sus padres y al mismo tiempo les obliga a una mayor responsabilidad y a la búsqueda de estabilidad. Los adolescentes atisban, cuando se van alejando de la niñez, que las cosas no son lo que parecían, un cierto recelo hacia los adultos les permite ensayar actitudes de búsqueda de otras opciones diferentes a lo que «dicta» el mundo adulto. No siempre eligen el camino correcto, pero, en general, es en la juventud cuando florecen las nuevas ideas, nacidas del entusiasmo que les lleva a intentar la creación de un mundo mejor que el de sus padres.
Ha ocurrido siempre y la lucha de la dependencia-independencia de los adolescentes con respecto a los padres, si bien fuente de conflictos, la mayoría de las veces no graves (a pesar del mito), es un período importante de crecimiento personal, con un aumento de la relación con los iguales, la aparición de las relaciones de pareja, el amor, la confrontación de las ideas, el aprendizaje y la experiencia.
Y desde luego reconforta encontrar adolescentes que en este momento se han convertido en figuras a nivel planetario como Greta Thumberg o Jamie Margolín que desde los 14 años han decidido apostar por la defensa del medio ambiente y llegar a mostrar su preocupación en los foros internacionales sobre cambio climático. Lo cual no está al alcance de muchos. Greta, una niña que había sufrido acoso escolar, diagnosticada de Síndrome de Asperger, no lo tenía fácil, pero cuando, en una clase, le mostraron una película en donde pudo ver un mar de plástico que cubría una zona enorme del océano, se echó a llorar y sintió que tenía que hacer algo.
Decidió partir de una infracción (no ir al colegio) para manifestarse, con una pobre pancarta de cartón con la leyenda “huelga escolar por el clima”, frente al parlamento sueco, llamando la atención por el progresivo deterioro del planeta debido a la acción humana. Recibió múltiples críticas, todas ellas rebuscadas y malintencionadas pero eso, por contra, la convirtió en una heroína y aumentó su popularidad entre los jóvenes y adultos que secundan su demanda en múltiples manifestaciones en todo el globo.
Hoy, que atribuimos a menudo a los adolescentes una conducta poco implicada en los problemas reales, irresponsable, nihilista, debemos reflexionar sobre nuestros prejuicios y apoyar y escucharlos y no solo criticar y ningunear sus actuaciones. Los adolescentes están informados y una gran parte es sensible a los problemas de la sociedad, lo que ocurre es que no tienen voz (ni voto) y son en cierto modo relegados por el paternalismo habitual de los mayores y los mitos: «Es una etapa difícil, con el tiempo se les pasa».
Los adolescentes son el nuevo mundo y tendrán que trabajar duro para mejorar lo que la sociedad de los adultos ha construido; un mundo con graves problemas de no fácil solución precisamente. Apoyémoslos, dejemos que hablen, dejemos que actúen.