Autor: José Luis Iglesias Diz.
Adolescente y familia
Límites y valores
Creemos que la vinculación afectiva positiva entre los miembros de la familia tiene un peso fundamental en el desarrollo del adolescente, pero la afectividad no es un único ingrediente para la convivencia. El niño debe aprender a relacionarse, a distinguir lo que está bien de lo que está mal, lo permitido y lo que no lo está, debe ser motivado pero se le debe trasmitir que los objetivos que uno se propone exigen esfuerzo y que no siempre se consigue lo que se quiere. El niño necesita conocer los límites y digo necesita porque los límites son las normas que le van a dar seguridad y confianza en si mismos, conociéndolos van a saber lo que hacer en un momento determinado. Tengo que citar aquí a Gustavo Girard y la forma en que ejemplarizó la importancia de los límites: “Un grupo de personas se hallan en la terraza de un edificio de 30 pisos sin nada que proteja el borde de la misma; todos están concentrados en el centro del espacio y apenas se mueven por miedo a caerse. Si se pone una leve cinta limitadora del borde la movilidad aumenta aunque todavía se muestran temerosos; si se coloca un muro hasta la altura de la cintura en el borde de la terraza todos se mueven con soltura y se asoman al vacío sin miedo” (6). Creo que no se puede explicar mejor el valor de los límites en el contexto educacional del niño y el adolescente.
Actualmente se producen en la sociedad trasformaciones muy rápidas en todos los aspectos pero sobre todo en lo tecnológico; la cercanía al ciudadano de cada vez un mayor número de instrumentos de comunicación (móvil, ordenador-Internet, GPS) medios de comunicación (TV, radio), dispositivos electrónicos, de automoción etc., crean la apariencia en nuestra sociedad de un estado de virtualidad. Parece vivirse un mundo cuya realidad está más lejos cada día, los niños creen que la leche es un producto fabricado y contenido en un tetrabrick, la imagen o el sonido sustituye a la visión y audición de lo cotidiano, hay una cultura de lo banal, de lo superficial, un desprecio al esfuerzo y a la honestidad, se consume con fruición, se sabe el precio de las cosas pero no se “valoran” las cosas, el éxito es el cuerpo bello, la delgadez, ir a la moda, tener de todo y hacer ostentación de ello y estos objetos y formas de ocio se quieren y se quieren ya. Los jóvenes de hoy son “presentistas”, valoran lo próximo, lo local, la pequeña historia en lugar de un proyecto de futuro, el gran relato, la trascendencia. Viven al día, hacen lo que les gusta y les hace sentirse felices. Los jóvenes de hoy presentan un rasgo muy llamativo que es el contraste entre unos valores finalistas (la gran mayoría son solidarios, aceptan al diferente, creen en que hay que ayudar a resolver problemas sociales a los que son sensibles) y sin embargo fallan en lo instrumental; el porcentaje de adolescentes y jóvenes que participan en programas de ayuda, colaboración activa etc. es pequeño en relación a lo esperado. Aquí surge otro aspecto que es vital para un desarrollo saludable del adolescente y es el tipo de valores que trasmitimos a los jóvenes (7). Si la sociedad no aprecia el esfuerzo, la honestidad, el respeto, la solidaridad, es difícil que la familia trasmita también estos valores, pero está claro que son los padres los primeros grandes educadores y los niños no aprenden con sermones sino a través de la emulación (8). Lo que hagan los padres será reflejado en el comportamiento de los hijos y no basta que esos valores sean conocidos, solo su aplicación en la vida cotidiana va a tener significación en la del adolescente y en su desarrollo futuro como ser humano social. A los padres se le ponen las cosas difíciles porque la presión mediática y de los amigos/as es muy fuerte pero hay que aprender a decirles que no, hay que ser coherentes en los comportamientos y respetuosos con su intimidad y puntos de vista (8). A pesar de los mensajes apocalípticos sobre los comportamientos de los adolescentes (solo se cuenta lo malo) la inmensa mayoría no han planteado graves problemas a sus padres y piensan que el hogar es el sitio en donde se dicen las cosas mas importantes sobre la vida, las ideas y la interpretación del mundo, después son los amigos y siguen por este orden, los libros, medios de comunicación, centros de enseñanza, iglesia y otros. (7).
Las familias
No quiero dejar de hacer un comentario sobre “las familias”. He hablado en general de la familia como la familia nuclear o extendida clásica, pero hay otro tipo de familias: monoparentales, con miembros de distintos matrimonios, padres divorciados, con hijos de un miembro de la pareja o adoptado, familias con hijos adoptados de edades y etnias diferentes etc. Cada una de ellas tiene sus propias problemáticas y es innegable que en muchos casos añaden un plus de dificultad en la convivencia y en la integración de los niños y adolescentes, pero lo que quiero resaltar es lo ya dicho: el grupo familiar que genere vínculos emocionales positivos a través de la comunicación verbal o no verbal y los padres o tutores que eduquen en los valores democráticos y sepan establecer los límites a sus hijos o jóvenes bajo su tutela será la mejor familia posible.
Es importante también, aparte de la composición de la familia, resaltar aspectos tales como el tipo de trabajo, de los padres, si trabajan fuera de casa, o un miembro (en general la madre) trabaja como “ama de casa”; el tipo de actividades de los padres y la situación económica y cultural. En las familias con buena posición económica los adolescentes hacen mas deporte y participan en grupos de actividades diversas. Los mas pobres suelen tener actividades menos estructuradas (8).
La familia y el adolescente enfermo
La presencia de la enfermedad altera la cotidianidad de la familia y pone a prueba las respuestas de sus miembros ante la adversidad.
El adolescente no se plantea habitualmente que un suceso pueda alterar gravemente su modo de vida, la conducta del adolescente es típicamente exploradora, aventurera y en ocasiones impulsiva con las connotaciones positivas y negativas que ello conlleva.
La enfermedad no entra en sus previsiones y cuando ocurre es un hecho disruptivo al que se acomoda con dificultad.
Por otra parte la familia sobre todo los padres tienen la lógica preocupación por el pronóstico de la enfermedad y las dificultades que se añaden a la convivencia familiar.
Cuando el episodio es agudo la repercusión es puntual y no suele repercutir gravemente en la dinámica familiar, pero cuando la enfermedad es grave o crónica los mecanismos adaptativos que esto requiere pueden poner a prueba a toda la familia; esta puede estar preparada para las crisis normativas, es decir aquellas situaciones que son habituales en la vida normal de los individuos: nacimiento de un hijo, adolescencia, casamiento etc., pero no siempre para las no normativas como accidente, catástrofe o enfermedad grave. (9).
La enfermedad crónica tiene una especial relevancia en la vida de un adolescente En ocasiones o a menudo necesitará hospitalización, un tratamiento a veces incómodo cuando no doloroso, podrá sentirse excluido de su grupo de amigos, tener dificultades académicas e inseguridad sobre su futuro. El adolescente debe “adaptarse” a su nueva situación y eso es a veces difícil. El médico debe saber reconocer los procesos adaptativos y no adaptativos que se dan en estos casos y enfocar el futuro del paciente con garantías para su salud física y psico-social. Estas respuestas mas comunes del adolescente hacia la enfermedad pueden ser de aceptación (poco frecuente en la primera y segunda adolescencia); rechazo o rebeldía con incumplimiento de las citas, del tratamiento o trasgresiones de las recomendaciones del médico; otras formas de respuesta pueden ser la proyección, en la que el paciente transfiere sus sentimientos de frustración hacia otras personas generalmente los padres. La compensación es un mecanismo en el que el paciente intenta compensar su déficit centrándose en otras actividades apropiadas. La intelectualización separa el impacto emocional de la realidad interesándose en el conocimiento de los mecanismos de la enfermedad y sus aspectos técnicos (10).
Una información apropiada al adolescente, generando confianza y responsabilidad, alentándole a tomar sus propias decisiones es fundamental. Deberemos considerar además que el menor maduro (aquel que siendo menor tiene capacidad cognitiva y emocional que lo capacitan para comprender las explicaciones que le da el profesional y ser capaz de discernir, aceptar o decidir sobre lo informado.) debe tener la posibilidad como el adulto de ser informado de su enfermedad y recibir toda la información que él requiera, participando en las decisiones sobre las pruebas y tratamientos que se indiquen conforme a la enfermedad. El adolescente quiere ser independiente, necesita reforzar su autoestima; si dejamos el tratamiento solo en manos de los padres el paciente no asumirá completamente ni su enfermedad ni su tratamiento. Esto no quiere decir que sus padres no deban ayudarle ya que la tarea de afrontar una enfermedad puede parecer ingente para alguien que siente que un acontecimiento frustrante invade su proyecto vit al limitando sus aspiraciones.
Además del tratamiento adecuado y un control riguroso, el apoyo del médico y de su familia será la mejor garantía para minimizar los efectos de la enfermedad en el adolescente.
Biografía
- Lawrence S. Neistein.”Desarrollo psicosocial en Adolescentes normales” en Salud del Adolescente,. Barcelona J.R. Prous Eds 1991: 37-42.
- Iris F. Litt. “Los pediatras y el desarrollo puberal y psicosocial” Pediatrics in Review 1995; 16(7): 234-247.
- D. Salazar Rojas. “El adolescente y la familia convivencia y comunicación”. Eds. G. Castellano, MªI. Hidalgo, A.M- Redondo. Medicina de la Adolescencia Barcelona, Ed. Ergón 2004:42-49.
- A.N. Schore. “Apego, regulación de los afectos y el hemisferio derecho en desarrollo: Relación de la neurociencia del desarrollo con la pediatría” Pediatrics in Review 2005; 26(9): 344-357.
- P. Horno Goicoechea. “Educando en los afectos”. Pediatria Integral . Supl. Nº 1, 2006: 37-39.
- G. Girard, S. Raffa. “El Adolescente varón” Buenos Aires-México. Ed. Lumen 2001.
- J. Elzo. “La complejidad de la dimensión familiar en los jóvenes” en “El silencio de los adolescentes: lo que no cuentan a sus padres”. Madrid. Ed. Temas de hoy. 2000: 173-182.
- M.E. Gutgesell, N. Payne. “Cuestiones relativas al desarrollo psicológico del Adolescente en el siglo XXI”. Pediatrics in Review 2004; 26(9): 244-257.
- T. Silber. “La importancia de la familia en la atención del adolescente” en Manual de Medicina de la Adolescencia. Org. Panamericana de la Salud. Washigton D.C. Ed. T. Silber, 1992: 13-21.
- JL. Iglesias Diz. “El adolescente en el hospital” en “La ciudad habitat saludable para el niño y el adolescente” Girona Eds. J. Cornellá, A. Llusent. XVI Simposio Español de Pediatría Social. Nov. 2001: 31-32.