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Adolescentes en la Sociedad de las TIC : ¿Es esto lo que queremos? Información vs formación

Autor:  José Luis Iglesias Diz.

Adolescentes en la Sociedad de las TIC : ¿Es esto lo que queremos?  Información vs formación

No cabe ninguna duda que desde hace apenas dos décadas la capacidad de obtener  cualquier información está al alcance de la mayoría de los ciudadanos y esto se debe a la fascinante capacidad de las TIC. Aunque los medios tradicionales de información siguen vigentes (periódico, radio y televisión) para los más jóvenes estos son ya poco apreciados, incluso la TV cuyo “consumo” por niños y jóvenes nos preocupaba hace años, pasa hoy a un segundo plano: los adolescentes y jóvenes ven películas en su ordenador y acceden por Internet a las informaciones que les interesan, o ven vídeos musicales o tutoriales sobre cualquier actividad y se comunican por mensajes en el móvil, hacen fotografías, vídeo, escuchan música en Spotify, etc. La TV quedó obsoleta y los periódicos menos que menos. Pero incluso el correo electrónico también es ya cosa del pasado para ellos…

Por otro lado los que por edad o gusto no se incorporaron al mundo de la Red sufren una especie de marginación,  el lenguaje cibernético avanza rápidamente y el que no ha aprendido las primeras letras continuará siempre desfasado.

Pero los jóvenes pasan hoy día en las redes o hablando por teléfono o comunicándose por facebock o whatsApp   más tiempo que antes viendo la Tele (hasta 8 horas en algunos estudios – citado por Bougman (Kaiser Family Fundation) contando todos los medios que suelen usar cuando hace 5 años el tiempo empleado era de 6 horas y media (1) y aquí se plantea una pregunta clave ¿cuándo interactúan en el mundo real?

La información/comunicación por las TIC nos ayuda en el desempeño de nuestros quehaceres, en la adquisición de una mayor cultura y también una mayor comodidad y posibilidad de diversión pero ¿ha ocupado excesivamente el terreno de otras formas de comunicación humana indispensables para un mejor desarrollo intelectual y emocional? ¿es tanta información, vertiginosamente cambiante, adecuada para una vida que necesita también espacios de reflexión y profundización?

“Meden agan” rezaba en el friso del templo de Apolo en Delfos que viene a ser “Nada en exceso” 

El paradigma.

A través de la historia y siempre desde la reflexión de la gente inteligente y culta se propusieron distintos paradigmas, esto es, la búsqueda de un ideal hacia el que dirigirse.

Platón tres siglos a.C. propuso la Virtud, Aristóteles introdujo el Hombre Prudente, Epicuro el Sabio Feliz, S. Agustín la Santidad cristiana, Descartes el Hombre Metódico, Kant el Hombre Autónomo, Niezsche el Superhombre, Marx la lucha de Clases… Hoy ¿aspiramos a una mayor información y comunicación? Decimos como una especie de Sócrates redivivo: “Solo sé que tengo Internet” Fascinados por el torrente de imágenes, datos, información, actividades lúdicas   estamos perdiendo contacto con la realidad forzosa en la que se desarrolla la vida no “virtual”.

La sociedad transparente. Byung-Chul Han

El lema que domina el discurso público es la transparencia.

Las cosas se vuelven transparentes cuando se despojan de su singularidad, cuando lo única valoración es el precio. Esto unifica, aplana y hace perder el sentido oculto que cada cosa, acción o persona tiene.  La transparencia elimina lo extraño, lo otro, lo diferente, aquello que exige pausa, reflexión, búsqueda. La sociedad convierte la multi-información en comunicación y esto adquiere la dimensión de una máquina (sociedad acrítica). El hombre se convierte en un elemento funcional del sistema.

La transparencia exige el abandono de la esfera privada, la distancia y la vergüenza no caben en el ciclo acelerado del capital, de la información, de la comunicación; paradójicamente una persona ni siquiera es transparente para sí misma. Esto nos conduce a una pérdida de la autonomía que realmente consiste en aceptar del otro lo que no sabemos, aquello que es “opaco” estableciéndose a pesar de ello una relación de confianza. No conocemos “todo” de los demás sin embargo nuestras relaciones se establecen, se mueven por la confianza, creemos en los demás a pesar de ese desconocimiento e incluso ese desconocimiento excita nuestra curiosidad por “el otro/a”, en cambio la relación “transparente” carece de vitalidad es una relación muerta.

La transparencia es pornográfica. La naturaleza humana siente curiosidad por lo oculto; lo verdaderamente interesante no está claro, uno desea entender lo que está oscuro, buscar el camino que no está señalado (la negatividad). Deberíamos disfrutar con el proceso (caminante no hay camino, se hace camino al andar), el proceso es el viaje, no llegar a un lugar. Pero nadie hoy parece entusiasmado con la especulación, con el estudio, con vencer las dificultades. Las redes sociales y los medios ponen a nuestra disposición un montón de noticias, resumidas, planas, asequibles e inexactas; el flujo es tan rápido que nadie examina con atención su veracidad, el aluvión de noticias, imágenes, spots, conversaciones es tal que el sentido crítico desaparece. Nadie cuestiona las informaciones que recibe, dice me gusta o pasa de largo o cambia de canal.

La pérdida de sentido negativo de la información, lo no dicho, lo oculto da lugar a la trasparencia, todo se dice, se exhibe, se proclama aun a costa de la pérdida de la propia intimidad. Al contrario hay un exhibicionismo de uno mismo y se producen desatinos como estar pendiente de cuantos me gusta ha recibido, se buscan estrategias para ser más votado, se arriesga con fotografías más expuestas etc. Facebook se negó a poner un no me gusta al lado del me gusta porque así elude lo “negativo”. Es esta una sociedad que quiere evitar “las malas noticias” una opción del “no me gusta” generaría tensión, preguntas, réplicas, crítica…y ello detendría la comunicación que debe fluir permanentemente.

La información tiene para la gente una valoración muy positiva pero está demostrado que la mucha información no conduce de manera necesaria a mejores decisiones, al contrario atrofia la facultad de la crítica y no es más verdadera. La hipercomunicación y la hiperinformación dan testimonio de la falta de verdad, de hecho no eliminan la imprecisión del todo, más bien la agravan.

La sociedad así se convierte en una sociedad expuesta, todo se exhibe y se convierte en mercancía, la fotografía digital muestra el ejemplo de una exposición constante, testimonio minuto a minuto del “así ha sido”, no existe un valor en lo fotografiado más que su exposición, no hay trascendencia, solo imagen. Por otra parte el valor de la imagen debe ser la belleza lo que genera una coacción, la necesidad de ser bello/a, así los modelos no exhiben ninguna cualidad “interior” solo se busca que el aspecto externo siga los dictados del canon de belleza del momento. (2)

Además de “lo bello” el filósofo Roger Pol Droit nos habla de que “hay un imperativo de ser feliz en todas partes, todo el rato. Nos hablan de ello de la mañana a la noche. En el deseo de ser siempre feliz hay un síntoma, el de la necesidad de eliminar lo negativo y ese imperativo permanente se asemeja a un imperativo de control social.

Incurrimos en el error de confundir lo serio con lo aburrido. Se pueden decir cosas importantes con un tono ligero. Solo “el asombro conduce a la filosofía” (3) Pero ¿a quién le interesa hoy la Filosofía?

 

Zigmunt Bauman. Sobre la educación en un mundo líquido. Premio Príncipe de Asturias.

La sociedad líquida:

”Si haces planes para una año planta maíz, si haces planes para una década planta árboles, si haces planes para una vida, adiestra y educa a la gente” Proverbio chino.

Si la vida premoderna consistía en una práctica diaria en que se consideraba la duración de las cosas casi eterna, la vida moderna líquida es un ensayo diario de la transitoriedad universal

Nada está aquí para siempre, nada es irreemplazable, esa es la creencia actual.

Sobre los ciudadanos del mundo moderno líquido y sobre todos sus trabajos y creaciones hay un espectro que acecha: el espectro de lo superfluo. La modernidad líquida es una civilización de excesos, redundancia, desperdicio y eliminación de residuos. Citando a Riccardo Petrella “Hay una tendencia de la economía hacia la producción de lo efímero y volátil, mediante la enorme reducción de la extensión de la vida de los productos y los servicios y de lo precario: trabajos temporales, flexibles y a tiempo parcial”

Se puede decir que en ninguna otra época se ha sentido de manera tan profunda la necesidad de ELEGIR, ni la selección se había convertido en algo tan agudamente consciente, algo que se lleva a cabo en condiciones de incertidumbre dolorosas y bajo la constante amenaza de “quedarnos en la cuneta” y ser excluidos del juego, con el camino del retorno bloqueado por el fracaso a la hora de cumplir con las nuevas demandas. Hoy “el hombre que elige”, descubre o sospecha que no hay reglas preestablecidas ni objetivos universalmente aprobados a los que apuntar… lo que hoy parece fiable mañana será desenmascarado y considerado corrupto…(1)

Tampoco la Universidad que era el lugar de la ciencia, la investigación y la formación parece ser capaz de cumplir las expectativas de los futuros profesionales aunque debería cumplir también un papel de formador del ser humano, generar una mayor capacidad para entender el mundo lo cual da ventaja al que estudia sobre el que no lo hace. No es que estudiando encontrará trabajo más fácil, es que el que no estudia difícilmente evolucionará hacia posiciones más ventajosas (4)

Al exponer las reflexiones precedentes llegamos a la conclusión de que un mundo transparente, positivo, acelerado no nos proporciona mayores certezas, la mucha información es paradójicamente fuente de mayores dudas. Solo la sociedad del conocimiento, la que entraña la reflexión, el estudio, la profundidad y la perseverancia ofrece a mi juicio una posibilidad de un mundo más acorde al desarrollo de ser humano.

Desde un punto de vista práctico el instrumento que tiene mayor poder para la comunicación y la comprensión de nuestros problemas ya sean banales o trascendentes es el lenguaje. No hay ninguna labor tan ingente en la vida del ser humano como la adquisición del lenguaje.