Autor: José Luis Iglesias Diz
La Salud es un motivo importante de interés para los medios de comunicación. Casi todos los periódicos y medios audiovisuales tienen secciones dedicadas a la salud, en la que se exponen los problemas de mayor actualidad: entrevistas con investigadores, médicos, epidemiólogos, nutricionistas y artículos periodísticos sobre distintos temas. Y esto es así porque a la gente le preocupa su salud.
En la actualidad la información sobre cualquier cosa es infinita gracias a Internet y otros medios tradicionales, pero como suele suceder con un exceso de información, lejos de aclarar las cosas, a menudo lo complican.
Uno de los temas paradigmáticos de los medios es la alimentación. Es la estrella de la información sobre salud. Parece que todo el mundo sabe un montón, se habla del ajo y sus propiedades mágicas, de si se debe desayunar fuerte o mejor café con leche, que si la fruta antes del plato principal, que si tomas mucha fruta mal, que si tomas poca mal, que si la carne es mala, la roja es mala, la blanca es buena, mejor el pescado, pero cuidado con el ploma de los grandes pescados… ah ¿y los plásticos qué? No comas comida procesada, mejor comida «natural» (¿existe?), bebe mucha agua, no, no es necesario beber mucha agua, no, si, no, etc.
Es sorprendente que se les atribuyan tantas propiedades específicas a los alimentos, como si su manejo fuera a ser determinante, como de si una magia se tratara. Parece que según todos estos «expertos» los alimentos pueden determinar hasta tu personalidad y no solo tu salud nutricional. Llegan a tu cuerpo y si la alquimia del experto determina que tal dieta es clave para tu felicidad y salud ahí te veo haciendo el pino con complicadas dietas cuando menos barrocas y cuando más inútiles y perjudiciales.
Todo el empeño de la salud nutricional se pone en los alimentos, en su composición, suponiendo que eso es lo único importante. No cuentan con que el cuerpo humano es una fábrica que tiene unas capacidades formidables para extraer de las materias primas que ingiere todo aquello que necesita.
Al cuerpo (como fisiología inconsciente) le interesa que la dieta contenga proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas y minerales, y todo ello lo va a obtener de lo que ingerimos sea cual sea la dieta (entendemos que la dieta debe aportar suficientes alimentos y a poder ser variados), porque si viajamos y comiéramos cada día en un lugar distinto de la geografía mundial y sin distanciarse mucho, veríamos las diferencias tan llamativas entre un millón de dietas que los humanos consumen: los Inuits comen una gran cantidad de carne y grasa y escasas verduras, los Masai comen una dieta que incluye sangre, leche y cereales, los mejicanos comen comidas muy picantes, los orientales consumen arroz con todo, comen muchas setas y bambú, en Galicia comemos mucho pescado y carne de cerdo, en Andalucía pescaditos fritos, salmorejos y olivas etc.
Toda esta variedad gastronómica es para aquellos que les gusta comer un paraíso y desde el punto de vista nutricional sabemos que al final las dietas tan diversas aportan los mismos principios inmediatos que necesitamos. Porque nuestra fábrica digestiva y enzimática es capaz de sacar petróleo de cualquier cosa. Una alimentación pobre en carne y pescado, pero rica en verduras y legumbres y cereales es tan buena como una rica en carne y pescado. En ambos casos el espabilado metabolismo humano extraerá las proteínas, hidratos y grasas, minerales y vitaminas que necesite para que el cuerpo funcione.
El cuerpo no es un ente pasivo que exija una dedicación meticulosa y exagerada guiada por expertos con respecto a los alimentos que ingiere. En un individuo sano su propio apetito le indica la necesidad de alimentarse y lo hará con lo que tenga a mano, si es escaso, más adelante lo compensará, es posible que sienta el deseo de comer verduras y fruta y otras veces no.
Es posible que un día la dieta sea escasa en nutrientes, otro día será completa. Los estudios nutricionales revelan que los seres humanos mantienen unos parámetros bioquímicos idénticos independientemente de las variantes dietéticas siempre y cuando el aporte de los principios nutricionales sea suficiente.
No quiero decir que la gente no debe de informarse sobre la dieta adecuada, para eso están los profesionales, pero ello no debe crear una situación de ansiedad, por el contrario, debe constituir un momento de placer y distensión.
Básicamente una dieta normal, sin entrar en detalles, debe ser variada con una base en los hidratos de carbono, grasas vegetales y proteínas de origen animal y vegetal. Poca sal, poco azúcar, evitar en lo posible alimentos superprocesados, beber agua y además tener una vida activa y evitar engordar (o bajar de peso si se engordó). El médico y el pediatra le informarán convenientemente sobre casos específicos que necesiten una intervención diferente.