Autor: José Luis Iglesias Diz.
¿Qué hace el fútbol por mis hijos?
El futbol es el deporte rey, nadie lo discute, es el deporte que más dinero maneja, nadie lo pone en duda, es un deporte de pasión así lo piensan los aficionados, es un juego de equipo todos para todos, así lo repiten jugadores y entrenadores. Es un deporte de masas sea lo que sea lo que esto signifique. De acuerdo pero: ¿con que cosas estupendas contribuye a la educación de nuestros hijos?
Entiendo que lo bueno es que los chicos y chicas pueden a través de su práctica hacer ejercicio, pueden aprender a sufrir (es un deporte duro) y a ser solidarios: entregar el balón al mejor situado en vez de tirar a gol es un ejercicio de juego de equipo, practicidad y solidaridad.
Ahora bien ¿es esto lo que vemos constantemente cuando se habla de fútbol? Hace poco un espectáculo patético de padres peleándose en un partido entre sus retoños, me inspiró para escribir el presente texto y me hice la pregunta: ¿lo que el futbol profesional y lo que lo rodea (directivos, prensa, tv etc.) aportan es en general bueno para la formación de los más pequeños?
Veamos esas virtudes: Los jugadores excepcionalmente reconocen sus errores ante el juez árbitro, habitualmente intentan engañarlo, se “tiran a la piscina”, simulan agresiones; cuando reciben una falta, a veces inexistente, caen (o se tiran) y se retuercen en el suelo como si los hubiese atropellado un autobús, insultan a los contrarios para incitarlos a respuestas agresivas y así sean castigadas por el árbitro, patean al contrario para evitar su ataque en ventaja y escupen constantemente. Todo esto es habitual y está normalizado.
Hace poco leía sobre un hecho curioso: un jugador interpeló al árbitro que había pitado una falta a su favor, diciéndole que se había equivocado, ¡que no había tal falta! Nadie entendió al jugador y se enfadaron con él, supongo que el árbitro no lo tomaría en serio. Esto es tan excepcional que aquello sonó a “crimen” venía a decir: ¿¡a quién se le ocurre decir la verdad!? Es tremendo, está interiorizado que lo “normal” es engañar, sin embargo si los jugadores hicieran lo que hizo ese jugador no habría las “injusticias” que habitualmente ocurren en un campo, lesiones que no son, faltas que no son, goles que no son, penaltis que no son, victorias que no son… Claro que de ese continuo (propiciado) malentendido viven también los medios de comunicación con sus sesgos, su parcialidad, sus mentiras y su forofismo que es una especie de ceguera para admitir los méritos del contrario.
De hecho los periodistas se asombran y ponen como noticia ejemplar cuando dos aficiones se hacen fotos juntas y no se matan a botellazos y destrozan mobiliario urbano o se citan para pelearse hasta incluso matar a alguno de ellos. Duele pensar que se atribuya al futbol la condición de deporte que enseña, se entiende que debería enseñar aspectos positivos: vigor, emoción, compañerismo, lealtad, sacrificio, solidaridad ¿es este su mensaje?
Tampoco los directivos de clubes ayudan, algunos de ellos tienen comportamientos (por fortuna ya menos) tabernarios, quisquillosos y soberbios.
En fin al final están los espectadores que de ciudadanos corrientes, humanos y simpáticos se convierten en la hora del partido en fieras indomables, agresivas, insultantes, xenófobas y racistas, un modelo que se expone de manera obscena y que los chicos y chicas contemplan constantemente. Después del partido, después de liberar la bilis exigiremos a los niños y adolescentes que se comporten adecuadamente; lo malo es que ellos tienen ojos y oídos y se forman en la escuela de sus mayores.
Sé que nada va a cambiar mucho pero el fútbol es un deporte importante y ubicuo, es seguro que influye en las actitudes de niños y adolescentes y mucho de lo que nos ofrece no es precisamente una buena influencia. Atentos papás y mamás, que nuestros hijos jueguen está bien pero que no olviden nunca que su fútbol es un juego y en el juego uno básicamente se divierte. Amén