El sueño, incluyendo su duración, calidad y ritmicidad, juega un papel fundamental en el desarrollo armónico y la salud de los adolescentes. Durante esta etapa crítica, el patrón de sueño-vigilia sufre cambios significativos que pueden influir en el bienestar físico y mental de los jóvenes. Este artículo analiza los factores de riesgo más frecuentes que pueden alterar el ritmo vigilia-sueño y destaca las características fisiológicas más llamativas de estos cambios.
Durante la adolescencia, se observa una tendencia a la reducción de la duración total del sueño. Las recomendaciones sugieren que los adolescentes deberían dormir entre 8 y 10 horas por noche para un óptimo funcionamiento, pero muchos no alcanzan este objetivo debido a diversos factores que se explican en este artículo. Además, uno de los cambios más notables es el retraso de la fase del sueño. Este fenómeno, conocido como «retraso de la fase del sueño» o «síndrome de retraso de fase», se caracteriza por una tendencia a irse a dormir y despertarse más tarde. Este cambio está asociado a una alteración en el ritmo circadiano, influenciado por factores hormonales como la melatonina, cuya liberación se retrasa durante la adolescencia.
Los profesionales de la salud, junto con los profesionales de la educación, pueden y deben desempeñar un papel activo en su mejora. Para ello el primer paso es la formación en esta área de la salud abandonada hasta hace muy poco tiempo en la formación reglada de los profesionales.