Autor: José Luis Iglesias Diz
La aparición de la pandemia por la COVID 19 provocó un auténtico incendio en la consumista y adocenada sociedad occidental y en las anárquicas y pobres sociedades del sur y otras latitudes. Nadie quedó inmune al progreso del mal y nadie fue capaz de responder con la “supuesta” perfección tecnológica de los más desarrollados, que fracasaron estrepitosamente en determinar con rapidez la trascendencia del acontecimiento.
A lo largo de meses la sociedad humana se vio sumida en la incertidumbre y el asombro y empezó a sentir una desconfianza progresiva hacia un sistema que parecía perfecto antes de la Pandemia y que ahora hacía aguas por un montón de rotos: no había material de protección, ni mascarillas, ni batas sanitarias, ni suficientes guantes, ni suficientes médicos y sanitarios, ni UCIs suficientes… La gente enfermaba y se moría, los mayores caían como en una especie de cruel selección natural, los políticos ofrecían seguridades que no tenían, había desconcierto y desconfianza crecientes.
Es muy posible que a todos nosotros esta situación de inseguridad que duró dos años (aunque no ha terminado) nos haya pasado factura. La mayoría de la gente asumió con bastante docilidad las normas y contribuyó obedientemente a evitar una morti-morbilidad mayor. Pero los sacrificios que tuvo que hacer, aparte de afectar en muchos casos a su economía, afectó con seguridad a su estado de ánimo y convocó aquellos demonios dormidos que ahora perturban nuestros sueños en forma de inseguridad hacia el futuro, miedo y desconfianza hacia las instituciones, pero también, la percepción de que somos mucho más vulnerables de lo que creíamos.
Ahora empezamos a tener datos objetivos de esas consecuencias que trascienden lo físico (muertes, secuelas, enfermedad de larga duración, recaídas) y sabemos que la incidencia de trastornos mentales ha aumentado en todas las edades y muy especialmente en los jóvenes.
El informe anual Mental State of the World (MSW, por sus siglas en inglés), elaborado por Sapien Labs (1), refleja en su segunda edición cómo la pandemia del COVID-19 sigue pasando factura en general, y en particular, a los jóvenes. Este colectivo es el más afectado, también a causa de su mayor dependencia a Internet. En 2021 en una muestra total de 223.000 encuestados en 34 países: liderando el informe está la fundadora y científica jefe de Sapien Labs, la doctora Tara Thiagarajan, que advierte: “Los sistemas de salud no están bien equipados para gestionar los problemas mentales” Thiagarajan apuesta por la concienciación y el cuidado de la propia salud, más que por soluciones médicas. En su opinión, “la solución reside en los cambios en el estilo de vida. Los sistemas sociales que facilitan que las personas lleven un estilo de vida saludable reducirán la carga del sistema médico”.
También hace una reflexión sobre Internet que apunta como una de las causantes de muchos problemas entre los jóvenes. Hay una presión de Internet y las redes en su vida, condicionada por las falsas expectativas, la comparación con gentes de éxito, el seguimiento de influencers y las falsas noticias, “hackers” y una información prolija y difícil de gestionar. Por otra parte, las redes e Internet ocupan más de 8 horas diarias de la vida de una adolescente o un joven lo que representa un tiempo que no podrá ser usado para descasar, estudiar, reflexionar e interactuar físicamente con amigos y compañeros, hecho que repercute más de lo que se piensa sobre la salud. En este informe se nos dice que antes de la aparición de internet, las personas pasaban entre 10.000 y 25.000 horas relacionándose con amigos antes de los 18 años.
Pues bien, en la actualidad esa cifra podría haber descendido hasta un espectro entre 1.500 y 5.000 horas. Es muy posible que a este paso, no seamos capaces de distinguir los gestos de los demás y no convertiremos en seres incapaces de identificar los estados de ánimo de nuestros semejantes o las situaciones de peligro y quizás no seamos capaces de mantener una conversación “interesante” debido a la pobreza intelectual, gestual y del lenguaje: https://www.immedicohospitalario.es/uploads/2022/06/sistemas_salud_32411_20220617014749.pdf
Ante la alerta por el aumento de los trastornos mentales, el pasado 11 de mayo el pleno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) aprobó el Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024.
María Teresa Aparicio, psiquiatra infantojuvenil en el Centro de Salud Mental de Barajas del Hospital Ramón y Cajal. Como expone esta especialista, también delegada sindical de AMYTS, la crisis sanitaria por el coronavirus aumentó de forma muy significativa los trastornos de salud mental, elevando los casos hasta en un 47% en menores. “Y lo novedoso de este plan es que se ha tenido en cuenta a la población infantojuvenil, muy vulnerable al desarrollo de enfermedades mentales. La pandemia ha sido bastante devastadora y ha hecho aflorar muchas patologías tanto en niños como en las familias”.
Algunos enlaces de interés:
Sobre trastornos psiquiátricos e ideación suicida en jóvenes. COVID: https://ctxt.es/es/20220601/Firmas/40051/observatorio-salud-mental-jovenes-malestar-suicidio-depresion-estres.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-medium
Por otra parte en un amplio estudio a nivel mundial se ha detectado un aumento considerable en la ideación suicida en médicos. En 2020: https://www.medscape.com/slideshow/2022-physician-suicide-report-6014970?src=mkm_ret_220620_mscpmrk_suicidereportes_int&uac=250010AG&impID=4949955&faf=1&utm_source=adhoc%20emails&utm_medium=email&utm_campaign=adhoc_suicide-report_email_unianouncement_spa-es_20220620&utm_content=4949955&utm_term=#3
La intervención de la mujer en puestos de responsabilidad aumenta la estabilidad: https://www.publico.es/mujer/naciones-unidas-paises-mujeres-puestos-responsabilidad-responden-mejor-crisis.html#md=modulo-portada-bloque:4col-t5;mm=mobile-big
