Antes de trabajar con directores de la talla de Woody Allen (“A Roma con amor”, 2012), Christopher Nolan (“Origen”, 2010) o James Gunn (“Super”, 2010), Ellen Page se había granjeado una legión de admiradores gracias a su buen hacer en el cine independiente. En esta parcela, la canadiense protagonizó varios filmes necesarios del género adolescente en la primera década de siglo: “Hard Candy” (David Slade, 2005), ganadora en Sitges; la originalísima “The Tracey Fragments” (Bruce McDonald, 2007) y “Juno” (Jason Reitman, 2007), la obra que le catapultó a la fama y le valió una nominación al Óscar a mejor actriz. Todos ellos vinieron después de la cinta que en estas líneas quiero recomendar, “Mouth to Mouth” (Alison Murray, 2005), cuyo visionado justifica su actuación.
Ellen Page da vida a Sherry, una adolescente sin rumbo, sin pasado, presente ni futuro, sin amigos, sin otro enemigo más que ella misma. Sin nada. Sherry deambula y se ofrece al mejor postor, aquel que le ate a una realidad ante la que se siente ajena. Si no el mejor, desde luego el primero, es SPARK (Street People Armed with Radical Knowledge), un grupo callejero antisistema que recorre distintos países europeos en busca de todos aquellos outcasts que necesiten un cambio.
El guión y dirección de Alison Murray nos adentra, de la mano de su protagonista, en las vicisitudes de esta extraña familia adoptiva. Sus miembros, tanto o más perdidos que Sherry, van desfilando en pantalla. De todos ellos, es con Mad Ax, un famélico heroinómano brillantemente interpretado por Maxwell McCabe-Lokos con quien traza una verdadera y profunda amistad. Su cobardía contrasta con una bondad e inocencia innatas, virtudes que Sherry sabrá absorber en su camino de auto-descubrimiento.
La llegada a escena de Rose (Natasha Wightman), la madre de Sherry, y su posterior incursión con SPARK termina por despertar a esta de su profunda sedación. Su negligencia como cuidadora va quedando más y más patente conforme pasan los minutos de metraje. La de SPARK como respuesta a una sociedad que ha maltratado a sus miembros, también. Rose abraza una organización donde, paradójicamente, se van haciendo clarividentes principios tan deleznables como la tiranía del poderoso, la injusticia democrática o la manipulación del rebaño.
Maltratada, una vez más, Sherry terminará siendo el verdadero motor del cambio. Con un paso al frente. Sin tapujos. Armada de principios. De sí misma.
