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¿Un mundo sin libros? “En el centro danés no se usan libros. Ninguno”

Autor:  José Luis Iglesias Diz.

¿Un mundo sin libros?

En el centro danés no se usan libros. Ninguno”

Yo de niño le tenía mucho miedo al infierno pero a pesar de ello, cuando me olvidaba de su ominosa presencia, hacía las trastadas que correspondían con toda la inconsciencia propia de la edad. Se dice que gracias a que olvidamos somos capaces de seguir adelante, no pensamos en el infierno ni en la muerte ni en el pecado mortal, así somos capaces de disfrutar del presente y de ilusionarnos con el futuro. Eso es bueno, muy bueno ¿o no?

Pues pensándolo un poco la cosa no está tan clara. Es bueno liquidar malas experiencias, limpiar nuestras conciencias de culpabilidades autoatribuídas, pero hay algo que el ser humano no puede olvidar y es la historia colectiva, la historia del mundo, de donde procedemos, que hemos hecho y cómo lo hemos hecho para llegar a donde estamos y a ser como somos. Claro y ahí están los libros, en donde gente diversa deposita su saber, sus investigaciones, sus  relatos, sus fantasías… de modo que podamos informarnos, estudiar, aprender  más o menos sesudamente lo que aconteció, acontece y lo que se supone acontecerá (esta última a modo de adivinanza).

Hoy disponemos de medios tan exultantes, tan saturados de presente, que nos cuentan pormenorizadamente cosas sobre todo lo que “parece” que sucede y lo hacen de un modo tan rápidamente cambiante que obviamente nuestra memoria flaquea y no nos quedamos con nada, o solo lo de ayer, en una aproximación a lo que se llama memoria de pez. La multiplicidad de informaciones (aferencias) saturan nuestra capacidad de asimilación, se produce una fatiga que hace que en un momento determinado ya no atendamos lo que se nos está diciendo, igual que el músculo al ser exigido termina bloqueado y el atleta cae sin poder dar un paso más.

El auto-bloqueo nos libera momentáneamente, nos obliga al reposo, pero eso no es lo peor si no que la ingente información que recibimos nos exige una capacidad crítica de la que carecemos (al menos para una gran parte de materias o informaciones). Sí podemos tener mayor capacidad crítica para temas relacionados con nuestra profesión p.ej  y cuando examinamos las informaciones de las redes sobre los temas que “dominamos” nos damos cuenta de la cantidad de errores que la información contiene ergo eso va a pasar con otras informaciones que nosotros no somos capaces de evaluar. Ello nos hace víctimas de informaciones que muchas veces son inventos revestidos de pseudociencia o directamente falsas.

Leía que un colegio español y otro danés tienen métodos similares de enseñanza que difieren substancialmente de los estándares habituales y que son básicamente de trabajo en grupos pequeños pero aulas enormes, varios profesores, crear sentido crítico etc. Todo muy apasionante y que ilusiona a los que pensamos que la enseñanza necesita un revolcón, pero (siempre hay un pero) leí, ¡oh cielos! Que NO HAY LIBROS. Espero que esto que  dice uno de los subtítulos sea un lapsus del periodista pero en el artículo no se aclara. http://politica.elpais.com/politica/2017/03/31/actualidad/1490985417_565592.html

Con todos los respetos y abundando en lo dicho anteriormente entre la cultura del engaño (posverdad -vaya palabreja) y la locura incontinente de las redes sociales si se camina hacia que en los colegios no haya libros (y me refiero a libros en toda le extensión actual, en papel, electrónico etc) apaga y vámonos. Cerca de la mitad de los españoles no ha leído un libro en el último año y un porcentaje no especificado se jacta de ello además. Quizá la burricie sea el futuro.

Epílogo.

Dice Emilio Lledó: “Tengo serias dudas de que el progreso de nuestro todavía balbuceante sistema educativo tenga que ver con la cantidad de ordenadores que almacenen por pupitre, nuestros alumnos en las escuelas. Los dedos infantiles y adolescentes tienen que tocar, pero no solo ni principalmente teclados, tienen que tocar las cosas, pasar páginas, mover fichas, garabatear renglones, pensar y soñar con las palabras, oír a los maestros, hablar, mirar, jugar y leer, crear y dudar”. Pues eso.

Emilio Lledó. Los libros y la libertad. RBA Ensayo. 2015