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VIVIR SIN NORMAS

Autor:  José Luis Iglesias Diz.

Vivir sin normas

En la historia de los seres humanos la aplicación de normas es una constante, probablemente también en la prehistoria hubo normas entre las comunidades humanas. Las normas son una necesidad y emanan de un sentido práctico a la vez que moral para ajustar la convivencia de las tribus, pueblos regiones o países. Son prácticas porque nos dicen como conducirnos en nuestro entorno, para facilitar nuestro trabajo, desplazamiento, relación y son éticas porque deseamos que las normas sean “buenas” para todos por lo tanto también tienen un carácter disuasorio, salirse de las normas entraña un riesgo para el que lo hace, que puede ser castigado cuando su acción repercute negativamente en los demás: No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. A través de las leyes, o creencias el hombre se conduce bajo el imperio de las normas.

La norma da seguridad; establecer los límites de una conducta es clarificador, cada cual sabe hasta qué punto puede actuar, la norma puede ser rígida y su aplicación llevará a una sociedad reprimida e infeliz: Dracón (620 a. C) estableció una serie de leyes cuya violación era castigada, independientemente de su gravedad, con la muerte, decía que cualquier delito merecía la pena de muerte y para los más graves no encontraba un castigo peor. Pero otro ateniense, Solón nombrado arconte en 594 a.C. creó una serie de leyes que afectaban a todos los aspectos de la sociedad con una base en la justicia y en un sistema que sería el origen de la democracia pues el ciudadano podía intervenir en la política de la ciudad (polis), estas normas eran más flexibles y ayudaron al desarrollo de una sociedad extraordinaria como todos sabemos.

A menudo se considera que los límites coartan la libertad del individuo y es al contrario. La norma establece una serie de pautas a seguir, crea un automatismo que nos libera del estrés, sabemos que lo imprevisto nos inquieta y a menudo nos angustia, también sabemos que la vida tiene su valor en la medida que afrontamos situaciones complicadas; no estamos diciendo que la vida sea fácil y que las normas nos llenen de paz solo porque existan, pero tampoco podemos vivir en un estado de constante imprevisión; en una sociedad cuya ley es la de la selva no existe posibilidad de convivencia, y la convivencia es y ha sido lo que nos hace más humanos.

Hoy leemos acerca de nuestra sociedad que es una sociedad interconectada, informada, comunicada, globalizada, la sociedad de Internet, se habla de la sociedad líquida (S. Bauman), de la sociedad de la transparencia (Byung-Chul Han), de la nueva economía ( Noemi Klein) etc y se pone de manifiesto el cambio social que ello produce en una escasa decena de años, y la pregunta es: ¿para qué? Y podemos continuar preguntándonos ¿estamos mejor y en qué? Y algunas cuestiones más; pero al hilo de este artículo preguntaré ¿Cuáles son las normas, hay una guía de uso? La respuesta es no. Nadie controla nada, ni siquiera las naciones más poderosas son capaces de evitar acosos informáticos a sus bases de datos, los “crash” bursátiles, económicos, las previsiones a corto o medio plazo son imposibles. Nadie tiene las riendas aunque unos pocos más que la mayoría. Internet no tiene normas o son pocas e ineficaces y si en el mundo real es difícil de organizar el virtual es imposible. Mientras, las TICs ocupan más horas de nuestra vida de las debidas, la información es atomizada, confusa o directamente falsa, y cualquier imbécil puede  generar estulticia, banalidad e incluso odio a través de las redes sociales. Aprender, cultivarse es lento, difícil, necesita entusiasmo y esto nace desde dentro de uno o no, si lo que utilizamos como elemento cultivador es lo que nos llega por las TICs y medios de comunicación lo que tendremos es un fajo de información basura entre la que puede haber informaciones válidas pero muy difíciles de seleccionar, porque la capacidad crítica se obtiene con mucho estudio y conocimiento.

Anormal es lo que no se rige por una norma, esta sociedad de hoy, que por otra parte ha conseguido que gocemos de un confort y medios beneficiosos para una feliz convivencia, fracasa por el modo en que somete a sus ciudadanos a la duda constante, a la desinformación (el exceso de información no está en relación directa con la buena información sino con todo lo contrario) al bombardeo publicitario impulsor del consumismo, a la falta de estabilidad mínima laboral, emocional, informativa y a un futuro que cuestiona el estado de bienestar. Todo es fragilidad, lo que es así hoy, mañana no lo será. Una sociedad anormal.