Autor: José Luis Iglesias Diz.
A partir de la 1ª copa es posible que Ud no se imagine como va a terminar la velada.
Esto es todavía más cierto en el caso de los adolescentes: la presión del grupo, el deseo de ser como los demás e incluso mejor, la universalidad y la normalización del consumo de bebidas alcohólicas por la autorización de los ”botellones” hace que los jóvenes ni siquiera reflexionen sobre el asunto: pero tampoco parecen hacerlo las autoridades municipales, de la comunidad o estatales. Problemas de este tipo suelen progresar hacia la catástrofe porque en principio lo que ocurre en un botellón no tiene consecuencias para sus participantes, es una reunión lúdica en la que con el beneplácito de las autoridades se consume alcohol (y otras drogas) y en la que pueden participar adolescentes que tengan prohibido por ley beber alcohol. Se castiga a los locales profesionales, bares, discotecas si lo venden a menores pero estos sí pueden consumir bebidas alcohólicas en la calle. Se puede beber en la calle (que es de todos) y ensuciar y destrozar (otra vez: la rotura de mobiliario urbano no tiene consecuencias, nadie paga, no los infractores ni sus padres) y aunque se vigile por la policía los chicos y chicas se emborrachan, a eso van: a colocarse y la sociedad mira con indiferencia e incluso acepta como positivo que esto suceda: cosas de jóvenes, todos lo hicimos. Puede que sí, siempre se bebió en nuestro país que ostenta unas cifras de alcoholismo aterradoras pero ahora se bebe mucho y de forma compulsiva en ocasiones: Binge Drinking o Atracón de bebidas alcohólicas, en general de alta graduación mezcladas con cola o refrescos que se beben en muy poco tiempo para “coger el punto”, pronto sin embargo lo que ocurre es que aparece la borrachera y prosigue el consumo sin control. En un congreso de Medicina Interna en Salamanca este año se hace la observación de que ¡un 40 % de los universitarios son bebedores de riesgo! Y si tenemos en cuenta que la edad de inicio del consumo está entre los 13 y 14 años las perspectivas de tener un montón de enfermos por alcoholismo no son muy halagüeñas.
¿Qué hacer?
Es difícil dar soluciones a corto plazo, pero si debemos concienciarnos de que el alcohol es un tóxico para los niños y adolescentes, su consumo influye en sus capacidades cognitivas y en su desarrollo, facilita el entrar en circuitos de consumo de otras drogas y genera conflictividad familiar, escolar y social.
Aristóteles decía que no se debía de consumir vino hasta los 18 años y solo a partir de entonces con moderación. La máxima sigue vigente.
Los padres en casa, los maestros en la escuela (me gusta la palabra escuela), los médicos y personas relacionadas con la salud física y mental y social debemos responder con valentía a las inercias tóxicas y aceptadas por falta de criterio y sumisión política a los resultados electorales. Y en España aunque esté prohibido se sigue haciendo, somos así. ¿Existe algún país europeo que sea tan negligente como para aceptar el botellón? Algunos países no tienen leyes restrictivas pero en general no lo hacen, y nunca en masificaciones como en España.
Alguna gente inocente o todo lo contrario habla de que es una reunión en la que los jóvenes se relacionan, socializan y se divierten. Nos lo presentan como una especie de universidad callejera. Quizás los jóvenes se podían reunir también en sus institutos (tendrían que estar abiertos fuera de horas lectivas) y socializarse con actividades creativas y lúdicas por supuesto, pero para los españoles lúdico es sinónimo de juerga y “desfase” ese es el tema. Y nadie hace nada para que ellos prefieran otras actividades tan alegres, lúdicas, creativas y mucho más baratas que el botellón. Y por supuesto más sanas.
Por último los gobiernos tienen que recoger las observaciones de los expertos y configurar una serie de normas y actividades que faciliten la toma de conciencia del joven respecto al alcohol y otras drogas y facilitar un cambio de paradigma con respecto a la adolescencia. No son menos responsables que los adultos, son tan inteligentes y tienen mucha energía, debemos facilitar su creatividad, capacidades, y tiempo de ocio pero no tratándolos como si fueran Niños necesitados de tutela y control constante y objetivos del consumismo y la manipulación más vergonzosa. Los jóvenes pueden dar mucho ahora y en el futuro pero en la actualidad lo único que le hemos dado los adultos es un móvil. No es suficiente.